La hija

 La Hija

Por: Danna Azcarága

Abrí los ojos, lo último que recordaba era... Borroso, estaba conduciendo, después de aquella fiesta. Las cervezas, la música a todo volumen, las mujeres acercándose a mí para acostarse solo un momento. Sonreí al pensar en eso, pero de inmediato un fuerte dolor de cabeza me hizo volver a la realidad ¿Cómo había llegado hasta la cama? Ni siquiera estaba seguro de haberme bajado del carro. Intenté levantarme, luchando con la sensación de que mi cabeza estaba a punto de explotar, pero no lo logré, estaba atado de las extremidades ¿Qué demonios? ¿Por qué estaba amarrado? A mí no me agradaban esos jueguitos a la hora del sexo, a más de una chica le negué que hiciera eso, un verdadero hombre no dejaría que nadie lo tratara así. Miré a mi alrededor, pero todo estaba oscuro, lo único que logré reconocer era una máquina igual a la que te colocaban en los hospitales para saber si tu pulso era constante... ¿Estaba en un hospital? ¿Cómo? ¿Por qué? Intenté hablar, pero mis palabras estaban vacías, era como si mi voz hubiera desaparecido repentinamente. Comencé a sacudirme, buscando que alguien viniera a explicarme qué era lo que estaba sucediendo, pero entonces un fuerte zumbido atacó mi oído, apreté mis ojos, intentando aguantar el dolor. Me estaba mareando, me tranquilicé, debía pensar mejor.

Fue entonces que lo recordé, la noche anterior iba por la carretera, escuchando la música a todo volumen, disfrutando del inicio de un año nuevo. Todo era alegría hasta que ese estúpido automóvil rojo se cruzó en mi camino, cuando logré verlo era muy tarde, chocamos y después de eso sí ya no recordaba nada. Una gran oscuridad, debí haberme desmayado, ni siquiera estaba seguro de quién era la persona que lo conducía.

-¿Ya estás despierto? -Me preguntó una voz femenina, sonaba triste, cansada. Intenté encontrarla, pero fue en vano, todo estaba oscuro-, por un momento creí que morirías. Oh, es cierto, no puedes hablar -Se escuchó cómo oprimió un botón y un mecanismo inició un ruidoso proceso, poco después sentí mi garganta seca.

-Yo... ¿Dónde...?

-Estás en el sótano de mi casa -La mujer comenzó a acercarse, al menos lo suficiente para verle el rostro, era una mujer hermosa pero ya mayor, de unos cuarenta-cincuenta años. Le acarició una mejilla de una manera extraña, sus ojos estaban rojos, como si recientemente hubiera llorado demasiado-, pero no te preocupes, yo no te voy a lastimar.

-¡Déjeme ir! ¡No tendré sexo con usted! ¡No me gustan las mayores! -Comencé a retorcerme como si eso sirviera de algo.

-Oh, no quiero que lo hagas, para empezar yo soy lesbiana, así que no me atraes -Se alejó, perdiéndose en la oscuridad.

-¡Espera! ¡No te vayas! ¡Sácame de aquí! ¡Por favor!

-No puedo, bebé, tú me la quitaste y ahora debes recibir las consecuencias.

-¿Te la quité? ¿De quién hablas? Yo no te quité a nadie.

-Tú me arrebataste a mi hija.

-¿Yo? ¡Ni siquiera sé quién era!

-Ella era la conductora del otro automóvil -Declaró-, ella era una buena chica, le pedí... Le pedí que recogiera a su prima y ella lo hizo, aunque jamás creí que se cruzaría con un estúpido como tú.

-¿Murió?

-Fue una muerte instantánea, pero tú... El loco alcohólico sobreviviste, aunque solo tú y yo lo sabemos.

-Mira, lamento la muerte de tu hija, sí, fui irresponsable pero escúchame... Mi familia vendrá por mí y me sacará ¿Entiendes? ¡Ahora déjame ir!

-¿Por qué vendrían? Para ellos tú estás muerto, le pagué a los paramédicos para que anunciaran que estabas muerto y que tu cuerpo había quedado irreconocible. -Le volvió a acariciar la frente-, estás muy frío. La verdad es que fue difícil mantenerte con vida, el accidente también fue rudo, los doctores dijeron que era muy poco probable que vivieras, pero yo tuve fe.

Comencé a sacudirme, pero me sentía muy débil, no lograba conseguir nada, así que me calmé e intenté buscar una solución.

-¿Cuánto dinero quieres por dejarme ir? -Le pregunté-, mi familia tiene mucho dinero, te aseguro que podremos llegar a un acuerdo, solamente déjame ir.

-Oh no, yo también lo tengo, además tú me regresarás a mi hija... Fuiste tú el que más la arrebató y ahora pagarás las consecuencias -Le respondió, dándome un beso en la frente.

Fue entonces que sentí aquella inyección en mi cuello, dolió más de lo normal, no pude evitar soltar un fuerte grito. Escuché cómo la mujer comenzaba a alejarse, de pronto mis ojos comenzaron a pesar demasiado, estaba cansado... Pero no sabía por qué, finalmente caí dormido. Mis sueños eran muy extraños, como si no me pertenecieran, veía imágenes de sitios donde yo jamás había estado, y a pesar de eso no me sentía fuera de mi sitio, era como si mi vida se mezclara con otras cosas. No sé cuánto tiempo estuve de esa manera, lo único que recuerdo era abrir los ojos un poco y ver a la mujer, ahora viendo todos sus rasgos, limpiando mi cuerpo con un paño caliente.

Cuando desperté ya no me encontraba amarrado, ahora estaba en un cuarto bastante bonito, lujoso, las paredes eran de un color claro y detrás de mí tenía bastantes toques antiguos. Sentía las sábanas extrañamente cómodas, me estiré, apareciendo todas las nuevas sensaciones que alcanzaba percibir mi cuerpo, después me vi en un espejo del tamaño de mi pared, estaba completamente desnudo y sin ningún vello a la vista. Siempre había sido bastante velludo, a las mujeres les encantaba, decían que les gustaba la sensación del cabello rosandolas, pero ahora no entendía qué me sucedió, intenté recordar cómo es que había llegado a ese lugar (Suponiendo que la conversación con la extraña mujer fue un sueño) miré su cuerpo con atención, se veía más delgado. Me acercó a los muebles para buscar algo de ropa, pero lo único que encontré era ropa de mujer ¿Qué significaba eso?

En ese instante escuché las cerraduras moverse, por la puerta entró la misma mujer, tenía el cabello largo y de color marrón, sus ojos brillaron en cuanto me vieron; yo intenté cubrir mis partes íntimas, pero eso le causó mucha gracia. Colocó una charola con comida sobre la mesa y se acercó a él.

-Hola, querida ¿Cómo amaneciste?

-¿Querida? ¡Aléjese, estoy desnudo! -Le repliqué.

-¡Ay, mi amor! Pero si ya te he visto así... -Y estalló en carcajadas-, vamos mira, te traje tu comida favorita.

-¡Estás loca! ¡¿Por qué me hablas como si me conocieras?! -Intenté golpearla, pero ella detuvo mi mano y me arrojó al suelo, me sorprendió su fuerza-, ¿Cómo...?

-¡No te irás! ¿Okay? -Estaba molesta, pero alcancé a ver un pequeño atisbo de tristeza en sus ojos, como si intentara no llorar-, ¡Tú te la llevaste!

-Yo... Lo lamento, pero debo irme -Ella abrió uno de los cajones y sacó un portarretratos, acercó lentamente su mano al cristal y después la primera lágrima se deslizó por su rostro. Me acerqué y vi a una chica muy hermosa, su piel era blanca y sus ojos azules verdosos, su cabello rubio le caía hasta sus bien proporcionados senos, tenía una serie de pecas adornando su piel.

-Ella era mi...-Volvió a acariciar el cristal-, es mi culpa. Ella no habría salido esa noche si no fuera por qué yo se lo pedí.

No pude evitar sentirme mal por esa mujer, era extraño, como si un vínculo diferente estuviera formándose con esa mujer, ella me tenía secuestrado, eso es cierto, pero ella también fue la que pagó el costo de toda mi recuperación y ahora intentaba mantenerme... ¿Qué eso no le daba un poco de mérito? Tal vez mis padres ni siquiera se hubieran tomado la delicadeza de ir al accidente y simplemente me habrían dejado morir, ellos siempre fueron distantes conmigo, les parecía una carga insufrible, el más inútil de todos sus retoños, el que solo servía para conquistar mujeres y después dejarlas tiradas. Muy en el fondo incluso llegué a considerar que este era mi castigo, vivir encerrado en una habitación de chica.

-Tienes todo lo que necesitas en el cuarto, hay un poco de ropa para que te pongas cómoda, a menos que te guste estar desnuda -Colocó una mano en mi muslo, lo cual me incomodó bastante.

A pesar de eso, sentía un poco de excitación, mi miembro comenzó a levantarse mientras la mujer salía de la habitación. Me puse de pie y caminé hasta la charola con comida e inmediatamente comencé a comer, sin siquiera preguntarme de sí eso estaba envenenado o algo así. Cuando me di cuenta el plato estaba vacío, no quedaba ni una sola migaja.

Me acerqué a los cajones donde dijo que había ropa, pero me sorprendí al encontrarme con que era femenina, bragas, sostenes, pijamas, vestidos, pantalones de mezclilla y blusas escotadas ¿Qué clase de broma era esa? ¡Yo no me pondría nada de eso! Comencé a mover las cosas, buscando algo que en verdad fuera para mí, pero no encontré nada. Molesto me acerqué a la puerta, pero estaba cerrada con seguro, la otra daba paso a un baño.

Me metí a la cama para cubrir mi desnudes, después volví a salir para encontrar alguna ruta de escape, pero todo parecía estar perfectamente hecho para mantenerme encerrado. Más en la noche la mujer volvió a entrar con otra charola de comida, esta vez con un poco de cereal, parecía sorprendida de que siguiera desnudo, por lo que se acercó a los cajones y sacó una braga de color violeta oscuro, una playera con un corazón rosa en el centro y un short afelpado de un tono grisáceo, los arrojó sobre la cama y me miró.

-Póntelos, te enfermarás si permaneces desnuda todo el día.

-¿Por qué sigue llamándome de esa manera? ¡Soy un hombre! ¡Mire! -Le mostré mi pene, que estaba completamente erecto. Ni siquiera entendía por qué me sucedía eso.

-Pronto me encargaré de eso pequeña, pero es mejor que te vistas, la noche es fría. Buenas noches, pequeña.

Pero no le preste atención. Volví a devorar la cena y decidí dormir un poco, aunque el frío si era demasiado fuerte, gracias a eso terminé poniéndome aquella ropa. La sensación de esa tela contra mi entrepierna era muy diferente, más cómoda, aunque me sentía extraño de que se formara un bulto.

Los días pasaron de esa misma manera, la mujer entraba a mi cuarto y me entregaba ropa, con el tiempo avanzando comencé a volverme más obediente, me colocaba la ropa que ella me entregaba y comía todo lo que me daban. Muy en el fondo creía que si me portaba de manera adecuada ella me dejaría ir, pero no podía estar más equivocado. Mi cuerpo empezó a empeorar después de una semana, me sentía mucho más débil que antes, mis músculos, cosa de la que me hacía atraer a tantas chicas, comenzaron a desvanecerse, mi piel quedaba flácida hasta que al día siguiente se volvía suave y bien cuidada. Todos los días corría al espejo en cuanto me levantaba, quería ver los cambios, hubo ocasiones en las que derramé más de una lágrima ¿Me merecía todo esto? Probablemente sí.

Mis uñas también crecían muy rápido y cuando se lo comenté a la mujer ella solamente se rio y me dijo que era muy normal. Mi cabello se volvió rubio y mi estómago se sentía extraño, constantemente escuchaba ruidos provenientes de él, y dolores, muchos dolores, cuando me encontraba en peor estado, la mujer llegaba a abrazarme y decirme que todo estaba bien, que pronto todo eso terminaría.

Mi rostro se veía cada vez más diferente a mí, como si me estuviera transformando en algo que no era, también me daba cuenta de que mis erecciones crecían más que nunca antes, cosa que yo le atribuía al morbo de estar vestido como chica. Varias veces me masturbé, primero imaginando a alguna de las chicas con las que tuve sexo o a alguna estrella porno, pero también eso cambió... No sé cuándo, pero mis ideas también mutaban, ahora no estaba metiendo mi pene, más bien restregaba una vagina con otra mujer ¿Sexo lésbico? ¿Qué era lo que me estaba pasando? Lo único que debo admitir era que me corrí como nunca antes, sentí un estado de éxtasis tan grande que me quedé en la cama con mi dona íntima llena de semen... De haber sabido que sería la última vez que podría hacer eso lo hubiera disfrutado mucho más.

Durante la noche la mujer entró a darme las buenas noches, se acercó y me dio un beso en la frente, en verdad le tenía cariño, en realidad nunca me había hecho ningún daño, tal vez incluso mejoró mi vida, ya no tenía que trabajar, ni hacer nada, mi vida era estar en esa habitación. La abracé, sentí su calidez, me gustaba estar con ella, su amor me llegaba al corazón, ella rio un poco y después se alejó con una gran sonrisa. Que injusto fui al arrebatarle a su hija, una madre dolida por la muerte de su pequeña y que a pesar de todo me cuidaba ¿Qué tan horrible es el mundo para que ella muriera y yo siguiera con vida?

Me acerqué al espejo, ese no era yo, era más delgado, mi cabello rubio me caía hasta debajo de los hombros, mis ojos alcanzaron una tonalidad verdosa y mi piel se volvió mucho más pálida, acerqué mi mano, era como ver un extraño, parecía algún tipo de mezcla rara, el límite entre un hombre y una mujer... Mis labios también se veían un poco hinchados, si alguien me viera de esa manera la única manera en que sabrían que género era sería por mi miembro.

Durante la noche experimenté un calor inusual, a la mañana siguiente desperté con mis dos pezones irritados, cuando los toqué sentí un choque eléctrico recorriéndome. Me acerqué al espejo y ahora parecía que me estaban creciendo dos senos, eso de cierta manera me entristeció. Sabía lo que estaba pasando, no era un estúpido... Pero eso significaba decirle adiós a mi masculinidad, por completo. Comencé a llorar y entonces a mujer entró, me abrazó y me acarició el cabello.

-¿Por qué lloras, hija? -Me preguntó.

-No quiero dejar de ser un hombre -Le respondí entre lamentos-, agradezco lo que has hecho por mí, mantenerme aquí, hacerme cambiar de la basura que era pero... No quiero ser una chica.

-Oh, mi amor, yo sé que no, pero los cambios siempre son buenos -Me daba amor, cariño, era la madre que siempre había querido, la que necesitaba.

-Pero tengo miedo, mamá -¿Mamá? Le acababa de decir mamá a la persona que me había secuestrado y dicho a mi familia que estaba muerto y a pesar de saber que eso estaba mal sentí un alivio en mi pecho.

-El miedo es bueno, hijita, me imagino lo que debes estar sintiendo -Me sentía muy protegido a su lado, como si nada fuera a pasarme-, todo terminará pronto.

-Eso espero.

-¿Quieres venir a dormir con tu mami?

-¡Si!

Gritaba emocionado, no sabía por qué estaba reaccionando de esa manera. Por primera vez, después de varios meses salí de aquella habitación, estaba en una casa gigantesca, llena de cosas hermosas y valiosas. A mi mente llegó la idea de escapar, intentar tomar algo y venderlo, regresar a mi casa, a mi antigua vida, pero ¿Para qué? ¿Qué caso tendría volver a ser Patrick? Mis padres ni siquiera me reconocerían, me echarían a la calle y tendría que vivir como un monstruo, un híbrido entre hombre y mujer. No, era mejor quedarme aquí con mi nueva madre, donde si me querían.

Llegamos a su habitación y nos recostamos en la cama, ella me dio un suave beso en la frente y me sonrió, después se colocó de espaldas. Pude ver su gran trasero en un short de color rojo, mi verga de inmediato comenzó a ponerse dura, mi instinto masculino pudo más que mi fuerza de voluntad y me acerqué, colocando mi miembro entre sus nalgas, las sensaciones de estar ahí fueron alucinantes, como si fuera mucho más sensibles... No pude evitar dejar escapar un jadeo, cosa que era bastante extraña, ya que cuando tenía sexo con chicas nunca pasaba eso. Comencé a moverme, pero ella se dio cuenta, se dio la vuelta y vio mi miembro.

-¿Aún te pasa eso verdad, hija?

-Si, mamá, lo siento, yo no quería -Le respondí, poniéndome rojo-, es solo que no lo soporté.

-No te preocupes, hermosa, es normal -Suspiró-, el tratamiento puede ser caprichoso con esas cosas, creo que es justo lo que necesitas, dejarte ir.

Usó su mano y comenzó a acariciar mi verga, yo lancé mi cabeza hacia atrás soltando varios gemidos. Ella subía y bajaba su mano, masturbándome, era magnífico, sentir el tacto de una persona diferente a mí, lo extrañaba. Aunque a la vez me parecía un poco asqueroso, yo no debería tener eso, esas cosas no me gustaban, yo tenía el cuerpo de una chica, y debía comportarme como tal. Mi madre bajó su cara y succionó mi glande, lo que hizo que me retorciera, era fantástico, mis piernas temblaban con cada roce de su lengua con mi piel, ella sabía lo que hacía.

-Tranquila, amor, está bien, todo está bien.

Y fue ahí cuando no aguanté más, mi eyaculación llegó o al menos eso pensé, ya que no salió nada, en vez de eso un fuerte dolor inundó mi entrepierna. Grité y apreté los dientes, observé el momento en que ella se alejaba y mi pene comenzaba a volverse pequeño, lo sujeté con mi mano intentando que no se fuera, pero no lo logré, desapareció, dejándome solo con mis testículos al aire.

-Todo estará bien, hermosa -Me repetía ella, mientras tomaba mi mano.

Mis testículos también sufrieron, como si me dieran varias patadas seguidas. Se hundieron y sentí cómo mi estómago se reacomodaba, una sensación muy extraña. El dolor fue demasiado, así que simplemente cerré mis ojos.

Cuando desperté me encontraba en mi habitación de nuevo, recordé todo al instante y me levanté de golpe, usaba una blusa blanca sin mangas y un short rosa, mi piel era más suave y en mi pecho brotaban dos senos hermosos, bajé mi mano con miedo y al levantar mi ropa interior comprobé mis sospechas, ahora tenía una vagina. Era una chica completa. Me desnudé velozmente y vi mi cuerpo, era idéntica a la hija muerta de mi madre... Ahora yo era ella y lo peor es que me gustaba, sonreí, incrédulo, por fin todo había terminado, después de meses de dolor en ver cómo mutaba podría ver el resultado, era hermosa.

Acaricié mis pies, todo mi cuerpo era nuevo, toqué mis senos y me estremecí mientras ellos comenzaban a endurecerse, ese sentimiento era bastante similar a cuando el pene de un hombre se excitaba, eso me encantó

Acaricié mis pies, todo mi cuerpo era nuevo, toqué mis senos y me estremecí mientras ellos comenzaban a endurecerse, ese sentimiento era bastante similar a cuando el pene de un hombre se excitaba, eso me encantó. Salté unas cuantas veces solo para ver cómo se veían mis nuevas tetas, era perfecto. Y finalmente me senté en la cama y comencé a jugar con mi nueva vagina, toqué el clítoris y fue asombroso, no pude detenerme, era fantástico, todo era perfecto. Yo quería ser chica, quería tener su vida, quería seguir así por siempre. Mis gemidos sonaban tan fuerte que tenía quedarme sin voz, metí uno de mis dedos y era todavía mejor ¿Qué se sentiría tener un pene adentro? ¡Yo quería intentarlo! La mujer entró, apurada, sonrió y soltó una lágrima.

-¡Por fin hijita! ¡Por fin volviste!

-¡Así es mamá, estoy aquí! -Le respondí sin dejar de masturbarme.

Y así comenzó mi nueva vida, como Mariana Martínez, había vuelto del viaje al que mi madre me envió.

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